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domingo, 18 de marzo de 2018

Esa minúscula perla

Por Janet

La aparición del primer diente es todo un acontecimiento. Esa minúscula perla es increíblemente seductora para toda la familia, y cada vez que el bebé abre la boca, sin querer despierta una gran sonrisa a su alrededor: ¡se está haciendo grande! Alrededor de los seis meses los pequeños suelen ponerse algo inquieto, protesta a menudo y está desesperada por morder cualquier cosa, empezando por sus dedos regordetes. Sus papás, un poquito preocupados, la llevaron al pediatra y éste, después de revisarla detenidamente, confirmó que le está saliendo su primer diente y que su salud es perfecta. Aunque para la madre suele ser un proceso preocupante.

Todo va bien y es normal. No hay que hacer nada, si acaso, mimarla un poco más (nunca será demasiado), tomarla en brazos, acariciarla mucho y, sobre todo, entretenerla cuando parezca molesta, pues cuando se divierten, todo les duele menos. Lo más habitual es que el bebé tenga las encías un poco inflamadas o enrojecidas y esté molesto (debido a la tensión que se produce en su mandíbula). Estos síntomas pueden hacer que se muestre irritable, llore más o trate de morder todo tipo de cosas, en un intento desesperado por calmar la desazón que siente. Curiosamente, algunos se tiran de una orejita cuando les molesta la boca. A veces, en la encía, en el lugar donde va a salir la nueva pieza, aparece un bultito de color azulado. No hay que preocuparse. Se trata de un pequeño hematoma producido por la erupción de la pieza dental, que no precisa tratamiento y desaparecerá por solo en unos días.

A la aparición de los primeros dientes de leche se le atribuyen erróneamente algunas alteraciones que poco tienen que ver con la dentición. Si el niño babea, tiene fiebre o diarrea, probablemente se deba a otros motivos. La salida de los incisivos inferiores (el comienzo de todo el proceso) suele coincidir con el momento en que el organismo del bebé se está preparando para empezar con los sólidos. Como el aumento de saliva es esencial para que se forme correctamente el bolo alimenticio en la boca, es lógico que expulse más baba de lo normal.

También es la época (6 meses) en la que los niños empiezan a relacionarse con el mundo a través de sus manos y de su boca, probando todo lo que está a su alcance para saborearlo, descubrirlo y reconocerlo. Por lo tanto, el babeo excesivo poco tiene que ver con la salida de las piezas dentales. La diarrea y los trastornos intestinales suelen estar más relacionados con la forma en que vamos introduciendo los nuevos alimentos en su dieta que con la dentición en sí misma. Además, su afán por llevarse a la boca cualquier objeto (no siempre lo suficientemente limpio), les hace más propensos a tener problemas en su pancita. En todo caso, el exceso de saliva puede ablandar la consistencia de las heces, pero nunca provocar una diarrea intensa. Si fuera así, hay que llevarlo al pediatra para que determine la causa.

La salida de los dientes tampoco produce fiebre, como mucho algunas décimas, pero siempre menos de 38° C. Si la temperatura del pequeño es superior, es muy probable que esté enfermo y no tenga nada que ver con los dientes. Lo que sí se puede observar es que después de pasar unos días con fiebre alta, aparece algún diente. Esto se debe a que al elevarse la temperatura corporal, el metabolismo se acelera y ello precipita la salida de la pieza.

La mejor forma de tranquilizar a los chiquitines es permitirles mordisquear cuanto quieran. Los dientes están escondidos en las encías y van saliendo cuando la mucosa que las recubre se va retirando, capa por capa. Al raspar sus encías con tanto afán, los niños no solo reducen la tirantez y el dolor que sienten, a la vez liman la piel y, por tanto, facilitan la salida del diente. Los mordedores cumplen bastante bien está función. Están fabricadas con materiales seguros y algunas se pueden meter en el congelador (están rellenos de agua). El frío reduce la inflamación e insensibiliza ligeramente la zona. Otra opción es ofrecerle un trocito de fruta fresca, lavada y pelada, pero vigilándolo para que no lo parta y se atragante. Además, deberá ser una fruta que haya probado antes y sepamos que no le cae mal y le gusta.