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martes, 24 de abril de 2018

Cuando la Internet de las cosas es ya una realidad

Por Marina B.

Cuando aún no había adquirido el nombre actual, la Internet de las cosas (IoT) ya había sido definida por el informático Karl Steinbuch, quien en un lejano 1966 había predicho que las computadoras estarían vinculadas a todos los objetos industriales en un lapso de pocas décadas. Por supuesto en aquel entonces era solo una lejana proyección que aún necesitaba el desarrollo de una infraestructura tecnológica que así lo permitiera.

Pero la vertiginosa evolución de la tecnología y las ciencias informáticas en el último medio siglo han acercado a la realidad posible muchas de las propuestas que en un pasado cercano solo podían considerarse fruto de la más alucinante ciencia ficción.

Así por ejemplo en las grandes ferias tecnológicas han comenzado a aparecer propuestas como la del investigador Harry Chan, quien presentó recientemente en Ginebra el Dasloop, un aparato IoT destinado a mejora la seguridad, la salud y la comunicación de trabajadores del sector de la construcción.

Pero este es solo el comienzo. La gama de aparatos que pueden operar conectados a la web es tan amplia que especialistas en el tema consideran que, en su momento de madurez, la IoT podría interconectar entre 50 y 100 billones de objetos. O sea que, en un futuro no tan lejano, desde el cepillo de dientes hasta ciudades enteras podrían ser controladas desde Internet. La llamada cuarta revolución industrial, o industria 4.0, solo ha puesto en evidencia que si un objeto puedes estar potencialmente conectado a la Web en algún momento lo hará.

Pero esta no debe verse como una meta a alcanzar, sino un hito en el camino de la tecnología del futuro que se ha propuesto ir más allá. Por ejemplo, qué resultaría de vincular los avances realizados en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y el aprendizaje automático (machine learning) con la internet de las cosas. Para algunos expertos, esta sería una realidad ni siquiera comparable con la descrita por George Orwell en su libro 1984. Pues pasaríamos de vivir en un mundo controlado por un Gran Hermano, a uno controlado por millones de pequeños hermanitas y hermanitos. Para los gobiernos y empresas representa la posibilidad de manejar volúmenes significativos de información conectada entre sí. La posibilidad de interpretar billones de fuentes de datos parciales, vinculados entre sí, ofrecería capacidades intervencionistas jamás soñadas por alguno de ellos.

Por lo pronto esta futura mega transformación del escenario doméstico y global está concebida para ser controlada por hombres y no por robots (una de las grandes polémicas que rodea actualmente el auge de la IA), por lo que en última instancia las ansias de control o voyerismo que facilita dependería de nosotros mismos.

Quizás el ejemplo más palpable hoy sea la ciudad de Songdo en Corea del Sur, el primer proyecto de urbe inteligente, cuyo diseño y construcción ha costado 35 000 millones de dólares. Entre las bondades que promueve se encuentra que todo está automatizado e interconectado. Quizás aún no al nivel de las tazas de café. Pero al parecer será cuestión de tiempo.