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viernes, 4 de mayo de 2018

Un pensamiento que sigue vigente

Por deltoro

Para los estudiantes universitarios, el pensamiento, y la obra de toda la vida de Fidel Castro Ruz, líder histórico de la revolución, nuestro invicto Comandante en Jefe, es una fuente inagotable de energía, de pensamiento y de ejemplo revolucionario, cuya ejecutoria constituye un paradigma que trasciende en el tiempo y alcanzan una dimensión que alcanza una visión más allá de nuestra formación como profesionales, y nos prepara para nuestro futuro desempeño dentro y fuera de la patria, con profundas ideas humanistas, de justicia social, solidarias, antiimperialistas, bien identificadas con nuestras raíces históricas, nuestros valores y principios. Su liderazgo juvenil y su pensamiento es y será un ejemplo a seguir.

Al seleccionar el tema, me surgió la idea de ver a Fidel en su tiempo estudiante para hacerlo más cercano a nuestra vida como estudiantes universitarios, en un dialogo imaginario entre su ejemplo y accionar cívico, político y militar durante esa etapa de su vida, y nosotros. ¡Yo soy Fidel! es el llamado en la actualidad de la juventud cubana. Consigna que nos identifica desde su desaparición física.

Pero ser Fidel es mucho más que un lema, es ser su ejemplo, continuar su historia, luchar por compartir su concepto de Revolución en un proceso habitual. Se trata de llevar en el corazón al eterno comandante en jefe con nuestro comportamiento cotidiano de todos los días.

Fidel ha dicho que se hizo revolucionario en la Universidad, pero comenzó a tomar conciencia de este escalón, que a decir del comandante Ernesto Che Guevara, es el más alto de la especie humana, desde su niñez en su natal Biran y durante sus estudios primarios en Santiago de Cuba, donde comenzó a identificar las desigualdades e injusticias sociales, pero también los sentimientos de humanidad y solidaridad con sus amigos, vecinos, trabajadores y otros sin distingo de posición social, porque así lo aprendió de sus padres, que desde una humilde posición social, con esfuerzo, tenacidad, sacrificio, valentía y mucho trabajo, pudo alcanzar alguna riqueza.

Desde niño comenzó a manifestar su rebeldía e inconformidad ante la disciplina que se imponía en la escuela primaria, los abusos de la guardia rural y de los soldados de Batista, así como de los hacendados contra los campesinos y trabajadores.

Durante su paso por la Escuela La sallé en Santiago de Cuba y el Colegio de Belén, ya con más edad, pudo ver más de cerca la manifestación del racismo y la posición social que permia a unos y otros acceder o no a esas escuelas.

En la Universidad de la Habana, durante el periodo universitario fue cuando tuvo acceso a algunas obras literarias que, según él, le permitieron alcanzar una cierta madurez política. Fue elegido delegado de curso y llegó a recibir amenazas de muerte al enfrentarse a un candidato de la (FEU) apoyado por el gobierno de Grau

En 1947, con 21 años, como presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la FEU, promovió acciones para reclamar la destitución del dictador dominicano Rafael Trujillo, y formó parte de la Invasión de Cayo Confites, con el objetivo de derrocarlo. Una ves descuviertos en la Bahía de Nipe al intentar alcanzar suelo dominicano, se lanza al agua y escapa a nado hasta Cayo Saetía.

En 1948 fue enviado a Colombia como delegado de la FEU a la IX Conferencia Interamericana; estaba citado para encontrarse con el candidato a presidente Jorge Eliécer Gaitán la misma tarde en que éste fue asesinado (fue el llamado «Bogotazo»).

Primera manifestaciones del pensamiento revolucionario de Fidel

Su imaginación de detenía, durante horas interminables, en las grandes batallas de la historia. Sus héroes de entonces: guerreros como Alejandro, Aníbal, Napoleón y Bolívar. Admiraba a los conquistadores, y en especial a Colón por su intrepidez transoceánica, sus conocimientos de navegación, su disposición de aventura. No los enjuiciaba críticamente. Y en los recreos y vacaciones, ubicaba bolitas de tierra, como fuerzas de ejércitos contrincantes, en el escenario que improvisaba su imaginación. En una galería entrañable, más cercana, aparecían Simón Bolívar, Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí.

Desde que tenía diez años veía la actitud del ejército y, sobre todo, de la rural, vestida con los uniformes de la guardia montada de los Estados Unidos y el mismo sombrero Stetson de aquella. Asentada en los puestos militares cerca de los centrales azucareros, la rural respondía siempre a las administraciones norteamericanas, los altos funcionarios en contra de los obreros cubanos, una situación que Fidel comenzó a entrever con más nitidez y una indignación creciente.