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viernes, 8 de junio de 2018

Criminal antes de comer el crimen

Por H_player36

A muchos les interesa saber si existen factores comunes que predispone a ciertas personas a convertirse en asesinos ¿Será que existen rasgos físicos o psicológicos que permite distinguir a estas personas? ¿Podrían evitarse las miles de muertes al año si pudiera identificarse los rasgos? En la actulalidad, los científicos se concentran en averiguar si los criminales, en particular los asesinos, tienen cerebros diferentes al resto de las personas. ya se ha explicado, por ejemplo, que el maltrato físico a temprana edad, entre otras cosas, puede haber producido daños cerebrales que puede llevar a estas personas a actuar de forma violenta.

Ya desde 1870 el Dr. Cesare Lombroso, que ha sido llamado "el padre" de la criminología moderna, estudiaba a los delincuentes encarcelados en Turín, territorio de Italia. Su interés se debió a que estaba convencido de los delincuentes se encontraban un escalón por debajo en la evolución, una regresión a un tipo de hombre primitivo o infrahumano, o que simplemente tenían algunas características representativas que pudieran identificarlos.

Luego de varios años de estudios, su conclusión fue que a los asesinos podía identificárseles atendiendo a la forma de su cara y también por la longitud desproporcionada o excesiva de sus brazos, a los que llamó “simiescos”. Según escribiera entonces, las orejas de un criminal son a menudo de gran tamaño. Igualmente, expresó que la nariz es “normalmente respingada o achatada en los ladrones. En los asesinos suele ser aguileña como el pico de un ave de presa”.

Sin embargo, la práctica demostró que no era tan fácil como él pensaba poder detectar a asesinos potenciales. Además, podía cometerse un error muy serio si se afirmaba que cierta persona era un asesino solo por los rasgos de su cara. Por tanto, sus hallazgos "científicos" pronto fueron desacreditados.

Más de un siglo después, las investigaciones continúan, solo que se centran en otros aspectos que no son tan relativos al fenotipo (se refiere principalmente a elementos físicos y morfológicos tales como el color de cabello, el tipo de piel, el color de ojos, etc.). Ahora, los estudios intentan averiguar si los criminales, en particular los asesinos, tienen cerebros diferentes al resto de las personas.

Los intentos en este sentido comenzaron en la década de los 80, cuando se inventaron las técnicas de imágenes de resonancia magnética funcional, las cuales cambiaron para siempre el conocimiento de lo que ocurre dentro de la cabeza. En el transcurso de varios años, el neurocientífico británico Adrian Raine y su equipo escanearon los cerebros de numerosos asesinos en California (Estados Unidos) y casi todos mostraban cambios similares.

Según describió, había actividad reducida en el córtex prefrontal, área encargada de controlar los impulsos emocionales. También notó que existía una sobreactivación de la amígdala cerebral, la zona que genera las emociones. Estos datos parecían reflejar que los criminales (en especial los asesinos) tienen cerebros que los hacen más proclives a la ira y menos capaces de controlarse a sí mismos.

El propio Raine y otros especialistas intentaron desde entonces explicar las causas de esto, por lo que se esbozaron varias razones que sugieren que el maltrato al que han sido sometidos estas personas tiene consecuencias negativas posteriormente. Así, se estableció que el abuso infantil, por ejemplo, puede generar asesinos al causar daños físicos al cerebro, y se determinó que el córtex prefrontal es especialmente vulnerable. Raine ha explicado que el maltrato físico a temprana edad, entre otras cosas, puede haber producido el daño cerebral, que puede haber llevado a estas personas a actuar así.

Pero varios estudios estadísticos revelan que solo una pequeña fracción de aquellos que sufren una infancia terrible se convierte en asesinos, así que se han buscado otros factores que predispongan al asesinato. En 1993 se estudió a una familia holandesa en la que todos los hombres tenían un historial de violencia. 15 años de búsqueda e investigación determinaron que a todos ellos les faltaba el mismo gen. Así se descubrió que si una persona no posee el gen MAOA, o tiene una variante baja actividad del mismo, está predispuesto a la violencia. Estos datos son solo una parte de las extensas investigaciones, lo cierto es que con el tiempo han aparecido algunas pistas sobre cómo identificar a ciertas personas que podrían estar propensas a cometer algún homicidio. Sin embargo, falta que las autoridades utilicen estos conocimientos para detectar señales de alarma en los individuos y tomar cartas en el asunto antes de que ocurran las desgracias.