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lunes, 25 de junio de 2018

Las ciencias sociales y su complejidad

Por Janet

En la segunda mitad de los años 90 del siglo que acaba de concluir, se fue haciendo común en las ciencias sociales la presencia de la noción de complejidad y de diferentes conceptos a ella asociados, autopoiesis, caos, incertidumbre, no linealidad– para referirse a procesos de naturaleza social, presencia que se ha hecho más visible en los inicios del siglo XX.

Las reacciones de la comunidad académica de ciencias sociales, ante la teoría de la complejidad y su introducción en estas disciplinas, ha sido variada y va desde los que consideran que ella abre un camino innovador, que contribuiría a resolver viejas limitaciones del pensamiento social, hasta el escepticismo y la negación más absoluta. En la primera posición, los ejemplos más conocidos serían Luhman (1982) con su teoría de los sistemas complejos y el uso en ella de la noción de autopoiesis, para explicar lo social como sistema que aprende, se auto genera y autoorganiza, y Edgar Morin, quien ha asumido la complejidad en su sentido de método.

Entre los opositores los argumentos más extendidos son los de que esta corriente sólo representa una moda pasajera, el uso de nuevos términos para denominar fenómenos y procesos ya conocidos y adecuadamente conceptualizados por otras matrices teóricas, un intento ilegítimo de extrapolar un modelo construido para otros ámbitos de la vida- como lo fue, en su momento, el uso de modelos mecánicos o evolucionistas- que se quiere convertir forzadamente en un nuevo paradigma y que, lejos de esclarecer nuevas realidades, oscurece la comprensión de lo ya conocido, como una especie de impostura o snobismo científico.

Un peligro que se atribuye a la acogida de las nociones de la complejidad en el pensamiento social, es que ellas enmascaran un posicionamiento agnóstico de nuevo tipo, que socava la legitimidad del saber científico, al debilitar las certezas de la posibilidad de alcanzar un conocimiento acabado de un orden sometido a leyes invariables, dado el énfasis que colocan en lo emergente, lo imprevisible, lo autoorganizativo, lo azaroso, lo acausal, cualidades obviamente mucho más difíciles de discernir y de someter a un patrón de comportamiento preestablecido, a leyes con un ámbito de vigencia espacio-temporal suficientemente amplio como para dotarlas de cierta universalidad.

Este texto, necesariamente breve y limitado, quiere involucrarse modestamente en esos debates, partiendo de la idea de que lo que se ha dado en llamar “teoría de la complejidad”, aunque ciertamente está configurada principalmente a partir de hallazgos en las ciencias naturales, exactas y técnicas, tiene claras derivaciones epistemológicas

(Especialmente en lo que se refiere a la relación sujeto–objeto), con lo que desborda los marcos estrictamente disciplinares para situarse en el espacio multidimensional de la concepción de realidad y del acto de conocerla, de producir saber en general y con ello entronca, con toda coherencia, con las críticas que las propias ciencias sociales han producido, a lo largo de su historia, a posiciones reduccionistas, que intentan concebir y manejar lo social desde su simplificación.

Antes de pasar a esas reflexiones es necesario hacer dos acotaciones: qué se entenderá aquí por pensamiento social o disciplinas sociales y por complejidad. Pensamiento social –o más concretamente disciplinas sociales– refiere al conjunto de saberes constituido como áreas científicas particulares y, eventualmente aplicadas, que se configuran como ámbitos autónomos del conocimiento (con objeto y métodos propios) en la segunda mitad del siglo XIX, como son, principalmente, la economía, la sociología, la psicología, la antropología, la historia y las ciencias políticas, las que, por las condiciones semejantes en que se constituyeron como tales, la cercanía de sus respectivos objetos y por las peculiaridades compartidas de la relación sujeto-objeto que las caracteriza (sujeto-sujeto, para decirlo con mayor precisión) comparten un conjunto de rasgos y posicionamientos generales relativos a las formas de conocer, que permiten tomarlas como un conjunto, haciendo abstracción, para los fines de este análisis, de las particularidades de sus historias respectivas. De tal manera, las reflexiones que siguen, abordarán debates y problemas que son comunes, en mayor o menor grado, al conjunto, ubicándose en un terreno de confluencia epistemológica.

En lo que se refiere a la complejidad, podemos encontrar indistintamente referencias a la teoría de la complejidad, ciencia del caos, perspectiva de la complejidad, pensamiento complejo o de la complejidad, entre otros términos al uso. Al hablar de una teoría de la complejidad o, a veces de forma intercambiable o equivalente, a una ciencia o teoría del caos, generalmente se está agrupando bajo esta denominación un conjunto de hallazgos realizados principalmente dentro de la física, la química, la biología, la matemática, la geometría, la meteorología y la cibernética, que develan un conjunto de rasgos de la existencia no contemplados en las teorías anteriores.